La pedagogía del violín
Preliminares.- Todo lo que se puede enseñar desde el punto de vista técnico y estilístico, se subdivide en simples y breves observaciones durante un largo periodo de clases.
El comienzo de la formación del alumno debe ser éste: desarrollar el espíritu de observación, imitación y reflexión. Se aprende mirando, oyendo y pensando.
El maestro muestra prácticamente las distintas partes del cuerpo, o sea, hombros, brazos, manos y dedos: el alumno ve y aprende.
El maestro toca: el alumno oye y aprende.
El maestro habla, explica, describe: el alumno piensa, reflexiona y aprende.
Es necesario crear el hábito hacia el estudio reflexivo, y, principalmente el dominio de la voluntad sobre los miembros, músculos, nervios, articulaciones y sobre todo los medios que intervienen en la formación de la técnica. No se trata de una simple observación.
El estudio automático e indefinidamente prolongado, tan perjudicial a los alumnos, debe sustituirse por un trabajo consciente, gradual y positivo durante el cual la atención activa y la facultad de comprensión ocupen el primer plano y orienten invariablemente hacia el dominio de la técnica. Mediante la constante y conjunta colaboración de los medios físicos y psíquicos, las posibilidades del estudioso se multiplican ya que la preocupación absorbente del mecanismo, cede el puesto a la adquisición progresiva y casi inadvertida de los procedimientos. (v. Hildebrandt).
Examen de aptitudes.- A los alumnos que carecen de nociones musicales pedimos:
La percepción de las distintas alturas de intervalos fáciles, de pequeña extensión.
La repetición, cantando y arpegiando lentamente las notas, de bicordes y acordes de tres sonidos, ejecutados en el piano.
La entonación de la escala mayor, sobre una nota dada.
A los alumnos ya iniciados, además: entonar la 2ª, 3ª, 5ª, y 8ª, de una nota tocada en el piano; determinar las notas de un acorde ejecutado en el piano sobre un sonido fundamental determinado.
Para el ritmo: repetir –batiendo los nudillos sobre una mesa - distintas figuras rítmicas ejecutadas por el examinador (grupos pares e impares, separada y alternativamente).
No ocultamos que el examen de aptitudes a veces nos da sorpresas.
Oído musical.- Niños que oyen magníficamente sonidos y figuraciones rítmicas, en el instrumento no logran la afinación de dos compases consecutivos, después de algunos meses de estudio. Otros que parecían menos aptos y percibían con dificultad los intervalos más fáciles, al abordar el curso instrumental dan buenos resultados y a veces excelentes. Con respecto a este fenómeno no se puede dar una explicación acabada. Lo cierto es que, oídos en un principio imperfectos son susceptibles de perfeccionamiento. La dificultad consiste en distinguir los imperfectos de los refractarios.
Constitución física.- Antes de iniciar el curso de violín, conviene observar un poco también la constitución física del alumno. Las comisiones examinadoras no disponen de un médico para dar un juicio consciente sobre el particular. Es difícil pronosticar las posibilidades de desarrollo de un niño de ocho años. De todos modos, en igualdad de aptitudes psíquicas, optamos por condiciones robustas. La mano izquierda debe estar bien desarrollada desde un principio; el pulgar de la derecha debe hallarse en condiciones de oponerse fuertemente al medio, sin que cedan las articulaciones de las falanges; el brazo (hombro, codo, muñeca) presentar soltura. En las escuelas especializadas, el rigor de las admisiones de los alumnos redunda en su beneficio.
N. del T. Tomamos en cuenta estas consideraciones de forma importante, pero siempre con la posibilidad de adaptarnos, para poder enseñar el arte del violín en todas las edades o diversas características y circunstancias.