Las escuelas del violín (2da parte)
Leonid Kogan se sitúa en la misma línea y en el mismo movimiento que Oistrakh, pero este violinista misterioso no dio quizá toda la medida de su talento, tal vez porque jamás superó un miedo terrible. Encontramos también en los años sesenta intérpretes más diferentes de Oistrakh, como Menuhin o Milstein. En Milstein (nacido en Odesa) o en Heifetz (lituano de origen), las tradiciones de calor y de pureza sonora se combinan con una preocupación por la brillantez, la luminosidad y la claridad, un gusto por el virtuosismo puro y por la ejecución (muy particularmente en Heifetz), que provocan un prodigioso avance en el dominio técnico del instrumento pero que, al mismo tiempo, fundan una generación de violinistas virtuosos, de stars y consagran definitivamente la ruptura entre compositores e instrumentistas. Es la época en que se tocan muchas piezas de género, obras de efecto. El violín es más que nunca un instrumento de fascinación y de seducción.
En esa misma época, Menuhin realiza la fusión de todas estas influencias contradictorias: niño prodigio, ejemplo tipo del violinista virtuoso, parte para París a estudiar con Enesco. Aristócrata rumano, éste es sobre todo el heredero de la tradición muy musical, muy exigente en cuanto al estilo, de la Europa central, Austria-Hungría. Alumno del gran Marsick, es sobre todo el último compositor virtuoso, el último ¨intelectual¨ del violín, el prototipo del hombre honrado. Pianista, violinista, y director de orquesta, poseía un verdadero conocimiento de los estilos, y nos sirve como ejemplo de ello la maravillosa interpretación de la Chacona de Bach. Y qué paso tan enorme propició que dieran unos músicos tan maravillosos como Menuhin o Ferras, este gran violinista francés que fue alumno suyo.